Resistencia popular a la industria de la soja en Brasil
21 dic 2024
La agroindustria, con sus monocultivos, avanza cada vez más en la región amazónica. Nuestros aliados y aliadas de Brasil informan de su resistencia al robo de tierras, los ataques con veneno y la violencia.
"La industria de la soja está librando una guerra química contra las personas obligándolas a abandonar sus tierras. Es uso de pesticidas tiene el propósito específico de atacar a las comunidades tradicionales, amenazando su supervivencia", declara Diogo Cabral -abogado brasileño especializado en derechos humanos. Como abogado, presta apoyo en los estados de Maranhão y Pará a varias organizaciones con las que trabaja Salva la Selva, entre las que se encuentran los pueblos indígenas Ka'apor y Awa, así como la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT) y Xingu Vivo.
Nos informan acerca de cómo aviones y drones fumigan, no sólo los monocultivos de soja con un "cóctel" de venenos, sino también sus pueblos, cultivos, bosques y ríos.
"Están destruyendo nuestros cultivos y la naturaleza, matando peces y enfermando a la gente. Exigimos que se prohíba la fumigación aérea con pesticidas. Siete municipios de Maranhão ya la han prohibido", afirma Cabral.
"En los últimos cinco años, han asesinado a 50 defensores de los derechos humanos sólo en Maranhão", afirma Edimilson Costa, de la Federación de Trabajadores Rurales de Maranhão (FETAEMA). Las milicias reclutadas y pagadas por grandes terratenientes de la región amenazan a las personas, a menudo incluso junto con la policía local. "44 de las víctimas eran indígenas o afro brasileños. Casi ninguno de los asesinatos ha sido esclarecido hasta ahora. Esto es racismo de Estado".
Los monocultivos se expanden cada vez más
Los monocultivos de soja ocupan en Brasil una superficie de 45 millones de hectáreas. Equivale a la superficie combinada de Alemania y Austria. Brasil produce 160 millones de toneladas de soja al año, lo que lo convierte en el mayor productor de soja del mundo. La producción de maíz tampoco parece tener límites. En 2023, se cosecharon 126 millones de toneladas de maíz en una superficie de 22 millones de hectáreas.
La mayor parte de la cosecha de soja y maíz se exporta a China y Europa, donde aterriza en los comederos de cerdos, vacas y pollos criados industrialmente. Del aceite de soja también se produce biodiésel; del maíz, etanol combustible para camiones y automóviles.
El Estado sigue retrasando el reconocimiento de los derechos territoriales
La agroindustria y los terratenientes siguen apropiándose a lo grande de tierras ajenas, utilizando para ello documentos falsos y ejerciendo violencia. Las comunidades tradicionales no suelen tener títulos de propiedad, porque los procesos de reconocimiento de sus derechos suelen verse obstaculizados o simplemente se van retrasando intencionadamente hasta que ya no se puede hacerlo. Esto incluye también la recolección de palmas de babaçú en Maranhão. En este estado, 400.000 mujeres recolectan babaçú y elaboran con este fruto multitud de productos, como un codiciado aceite. Sin embargo, cada vez se talan, queman y cercan más palmerales para dejar paso a pastos para el ganado y monocultivos de soja.
"Necesitamos una reforma agraria para lograr un reparto justo de la tierra, dinero para escuelas e instituciones sanitarias, porque en muchas aldeas falta de todo, por lo que acaba prevaleciendo la malnutrición o incluso el hambre", afirma Ariana Gomes, de la Red de Agroecología de Maranhão (RAMA).
Plaguicidas e ingeniería genética
"Hay una alianza entre la agroindustria y el Estado. Para el gobierno y el parlamento, la agroindustria tiene más valor que las personas", critica Adriana Oliveira, de la Federación de Trabajadores Rurales de Maranhão, en Açaílândia.
En Brasil, no se puede ignorar el poderoso lobby agrario, que, con la llamada "bancada ruralista", domina 2/3 de los escaños del Congreso Nacional brasileño. En mayo, incluso consiguieron anular un veto del Presidente Lula contra partes del llamado "Paquete Veneno". La ley aprobada libera casi por completo la autorización de sustancias agroquímicas, muchas de las cuales están prohibidas en Europa.
Para conglomerados industriales químicos alemanes como Bayer y BASF, Brasil es uno de sus mercados más importantes. La industria alemana no sólo produce herbicidas e insecticidas, sino también las semillas “adaptadas". Casi todas las especies de soja y maíz han sido modificadas genéticamente en Sudamérica y se han hecho resistentes a herbicidas como el Roundup. Así es como desde aviones y drones se rocían los gigantescos monocultivos con enormes cantidades de venenos, que matan a todas las demás plantas y también son nocivos para los seres humanos y los animales.
El grupo critica duramente el llamado "Programa para Cadenas de Suministro de Soja Sostenible en Maranhão", que promueve la Cooperación Alemana para el Desarrollo Sostenible (GIZ). "La soja sostenible es una leyenda, porque los monocultivos nunca serán sostenibles. Con su apoyo, lo que está haciendo la GIZ es respaldar las estrategias de lavado verde de la industria de la soja", afirma el abogado Cabral. En lugar de eso, lo que la GIZ debería hacer es exigir el cumplimiento de los derechos humanos y derechos sobre la tierra".
Éxito contra el robo de tierras
En Timbiras, Maranhão, 200 familias de pequeños agricultores demandaron a la empresa agraria Maratá por robo de tierras. La CPT, nuestra aliada, dio apoyo jurídico y organizó formación. En abril de 2024, consiguieron obtener una orden judicial para la devolución de 1.700 hectáreas de tierra de las que la empresa les había desalojado con violencia. Las donaciones de Salva la Selva han sido decisivas para que las personas pudieran defender sus derechos. Mientras tanto, reconstruyeron sus casas, trabajaron el campo y plantaron árboles.
En los estados de Maranhão y Pará, Salva la Selva apoya a un total de diez organizaciones y pueblos indígenas, con el objetivo de proteger los derechos humanos y los derechos sobre la tierra, conservar la selva tropical, así como apoyar la resistencia contra un proyecto de ferrovías y puerto, previstos para facilitar la exportación de soja y mineral de hierro.
Los testimonios se recogieron en el marco de una visita del abogado Diogo Cabral junto con Adriana Oliveira, Ariana Gomes y Edimilson Costa a Berlín, Alemania, en septiembre 2024. Durante las visitas y entrevistas mantenidas con diferentes instituciones como el Instituto Latinoamericano de la Universidad Libre de Berlín y partidos políticos. Se busca reforzar la colaboración entre organizaciones en contra los venenos químicos agrarios.
Nuestros aliados brasileños piden que el gobierno alemán que hable con el gobierno brasileño sobre su política de protección de los derechos humanos y que reclame medidas efectivas para protegerlos.
Firme nuestra Petición contra la fumigación aérea con pesticidas.
Merece la pena
"Luchamos por la tierra"documental sobre las consecuencias de la intensa expansión de los monocultivos de soja (en portugués, con subtítulos en inglés).
Más información:
(En portugués) Como drones se tornaram uma ameaça às comunidades rurais