¿Quién decide el futuro de los bosques del mundo?
1 oct 2015
Las críticas de la sociedad civil al Congreso Forestal Mundial de la FAO en el evento alternativo CSAP2015.
Del 7 al 11 de septiembre tuvo lugar el Congreso Forestal Mundial de la FAO, este año en Durban, Sudáfrica, un evento en el que cada seis años se reúnen funcionarios de alto nivel y consejeros para discutir temas que influyen las políticas forestales en muchos países del mundo. Con fuerte presencia de representantes de la industria maderera y forestal, todos ellos se autodenominan como “comunidad forestal mundial”. Sus decisiones las adoptan muchos gobiernos e instituciones como el UNFCCC e influyen fuertemente la política.
Organizaciones de la sociedad civil y miembros de comunidades criticaron la misma semana al WFC desde un evento alternativo llamado CSAP2015 por promover los intereses de la industria maderera, y anteponerlos a los de las más de 300 millones de personas que -de acuerdo a la propia FAO- dependen de los bosques en todo el mundo.
El WFC dicen, tiene entre sus temas centrales las inversiones en el sector forestal: justifica la expansión a gran escala de las plantaciones industriales de árboles, para tala industrial de madera y productos derivados como celulosa y papel, así como apuesta decididamente por la producción de biomasa para bioenergía y otros usos nuevos y no convencionales de la biomasa relacionados con el impulso de la bioeconomía y la biología sintética.
A pesar de utilizar un lenguaje lleno de términos como biodiversidad, pueblos indígenas, seguridad alimentaria, sostenibilidad y responsabilidad corporativa -el lema del congreso fue “Los bosques y la gente: invertir en un futuro sostenible”- en la realidad del WFC sin embargo, casi todas las comunidades locales dependientes de los bosques y afectadas por la expansión de las plantaciones forestales quedan excluidas de la posibilidad de tener una representación y participación amplia. Sin ir más lejos, la tasa de 660 USdólares por participante para acceder a las actividades del congreso constituye un freno suficiente para impedir su presencia. Y es que las organizaciones de la sociedad civil y ecologistas, critican aquello que la FAO justifica y tal vez por eso no son bienvenidas al evento más allá de una presencia meramente simbólica. Las voces de los afectados no son tomadas en cuenta en el programa oficial y en las decisiones finales, y tampoco está previsto el tiempo y espacio suficientes para debatir cuestiones que interesan a los afectados por la expansión de los monocultivos industriales de árboles.
La definición de bosque
Existe un problema fundamental en la raíz misma del WFC y de la política forestal de la FAO. Y es que la FAO define los bosques de forma reduccionista, como una mera superficie cubierta de árboles, sin aludir a su diversidad estructural, funcional y biológica como ecosistema. Esta definición incluye entonces las plantaciones industriales de árboles. Insiste la FAO en utilizar el término “bosques plantados” para las “plantaciones o monocultivos de árboles”.
La definición de bosques y esta terminología utilizada de la FAO altera la realidad de las cifras de la extensión de bosques naturales a nivel mundial, pues incluye las extensiones ocupadas por plantaciones forestales industriales, al tiempo que esconde las cifras reales de deforestación de bosques naturales y de reforestación por ejemplo con especies exóticas.
Así afirma por ejemplo el director de la FAO José Graziano da Silva que "la deforestación continúa pero su ritmo se ha reducido a pesar de que se están usando actualmente más productos forestales que nunca", o de manera demasiado optimista que “ha aumentado la superficie de bosques”. Hace pensar la primera afirmación que se deforesta menos a pesar de la gran demanda de productos forestales y bioenergía, pero la realidad es que se produce más madera en plantaciones, que a su vez se expanden en detrimento de los bosques. Y al no distinguir entre bosques naturales y plantaciones comerciales contabiliza el director de la FAO ambos como bosque irradiando positivismo a pesar de la crítica situación y la gran presión que sufren los bosques naturales de parte de la expansión de las plantaciones de árboles.
La propia FAO reconoce que a nivel mundial, las ganancias y pérdidas de bosque ocurren de manera continua y son muy difíciles de seguir exhaustivamente, incluso mediante imágenes satelitales de alta resolución. Las dinámicas son muy diferentes en cada región y nación de acuerdo a circunstancias particulares. En general, los números de la FAO arrojan que el grueso del bosque mundial, 3,7 billones de ha en 2015, es bosque natural (93 por ciento de la superficie de bosques del planeta). Y el 7% restante al que denominan bosque -pero no lo es- son plantaciones de árboles.
Los informes de la FAO se basan a su vez en informaciones proporcionadas por los diferentes gobiernos, muchos de los cuales no son elaborados o verificados de manera independiente. Lo cierto es, que las plantaciones industriales han aumentado en más de 110 millones de hectáreas desde hace 25 años. Desde 1990 a 2015 ha habido una pérdida neta de unos 129 millones de ha de bosque (léase natural y plantado, lo que preferimos llamar plantación o monocultivo), que representa una tasa anual de –0,13 por ciento y una superficie total del tamaño aproximado de Sudáfrica.
Así, de los 4.000 millones de hectáreas de “bosques” que dice la FAO existen en el mundo, 290 millones no son bosques, sino plantaciones industriales de árboles. Estos tiene multitud de implicaciones negativas muy importantes para las comunidades dependientes de los bosques.
En primer lugar, las plantaciones son denominadas de hecho desiertos verdes por muchas comunidades, pues a diferencia de lo que sucede en los bosques naturales, en ellas no hay biodiversidad, ni alimentos, y para su mantenimiento necesitan grandes cantidades de agua así como la aplicación masiva de fertilizantes y pesticidas químicos.
En segundo lugar, impulsa falsas soluciones al cambio climático como la compra-venta de carbono con mecanismos como REDD+ (que permite a la industria pagar por la conservación de los bosques en ciertas partes del planeta para seguir contaminando en otras, en lugar de incentivar el recorte de emisiones contaminantes); o la producción de bioenergía a partir de biomasa.
En tercer lugar, la experiencia de las comunidades afectadas por la expansión de las plantaciones de árboles habla por sí sola. En la propia Sudáfrica, país que alojó la presente edición del WFC, grupos de afectados de diversas partes del país narran sobrecogedoras historias sobre plantaciones de árboles que están secando las fuentes de agua que utilizan las personas para producir sus cultivos alimentarios y animales; plantaciones de árboles que destruyen los pastizales que albergan más de 4.000 especies; también describen las condiciones laborales en las empresas dueñas de las plantaciones en áreas remotas plantadas con eucaliptos, pinos o acacias, en las que los trabajadores viven bajo la amenaza continua de ser desalojados, en viviendas precarias, sin acceso a servicios de salud, y cada vez con menos trabajo debido a la creciente mecanización.
La definición de bosques de la FAO favorece en una palabra a la gran industria forestal y perjudica gravemente a las comunidades dependientes de los bosques. Numerosas organizaciones de la sociedad civil como el Movimiento Mundial por los Bosques, Salva la Selva, Timberwatch, Biofuelwatch y Global Forest Coalition demandan insistentemente un cambio de esta definición, a la que la FAO se aferra por los elevados intereses económicos de los más poderosos a quienes favorece.
Un bosque replantado con especies nativas y con auténtica vocación de regenerar bosques previamente destruidos es algo posible de llevar a cabo, positivo y muy diferente a un monocultivo industrial de árboles.
Bioeconomía, biomasa para energía, manipulación genética y biología sintética
Entre las inversiones que potencia la industria maderera y forestal en el marco del WFC, se encuentran aquellas relacionadas con el uso creciente de biomasa de madera para la producción de energía como alternativa a los combustibles fósiles y como (falsa) solución al cambio climático. Falsa, porque su producción a gran escala no puede darse de forma sostenible, entre otros motivos, por la gran cantidad de gases de efecto invernadero que se liberan, los robos de tierras de comunidades locales y la pérdida de ecosistemas naturales asociados a la expansión de las plantaciones, exhaustivamente documentadas por comunidades afectadas y por ONGs ecologistas y de derechos humanos.
Otra inquietante área de interés del Congreso Forestal Mundial es el uso de la biotecnología aplicada a la productividad y al crecimiento rápido de las plantaciones industriales de árboles, así como al uso de tecnologías no convencionales para usos diversos dentro del campo de la biología sintética. Y también promueven los árboles transgénicos y la utilización de microorganismos genéticamente modificados, muy preocupante por los peligros de contaminación.
Maquillando de verde la política forestal
Hay que destacar, que el uso abusivo del prefijo “bio” en todas estas actividades mencionadas anteriormente no las convierte en sustentables ni en amigables con la naturaleza sino que se enmarcan en la ola creciente de mercantilización de la naturaleza y en la idea de que todo es susceptible de ser comprado y vendido.
A pesar de la dudosa voluntad de hacer cambios, dada la cantidad de intereses en torno a la bioeconomía, la FAO como organismo ha tomado conciencia de las críticas a sus políticas que favorecen a la industria y no a las comunidades dependientes de los bosques, por lo que se invierten muchos recursos en campañas publicitarias en torno a todas las nuevas tecnologías que quieren impulsar, que incluyen el uso de organismos genéticamente modificados y otras.
La Declaración de Durban es el nombre del documento final presentado por el WFC. Wally Manne, organizador del evento alternativo de la sociedad civil para analizar de manera crítica los resultados de WFC, opina que “las bellas palabras en torno a la conservación, la sostenibilidad y la responsabilidad en torno a los bosques continuarán siendo un doble discurso de la FAO, hasta que no cambie su confusa definición de bosques por otra que se limite a los bosques naturales y a su variedad de funciones, excluyendo las plantaciones forestales destinadas al lucro de las corporaciones”.
La preocupante realidad que queremos mostrar las organizaciones ecologistas y de derechos humanos, es que la destrucción de los bosques no está disminuyendo y que las comunidades dependientes de los bosques amenazadas de manera cada vez más violenta y grave. Si queremos un futuro para los bosques, el camino está en la construcción de espacios alternativos y sólidos, como lo ha sido CSAP2015 en Sudáfrica, donde la gente real discute de los problemas que les afectan y buscan soluciones y crean caminos de denuncia y resistencia.