Brasil: toda la tierra es indígena y toda la propiedad es colonial
29 abr 2024
En el siglo XVI, el portugués Pero Vaz de Caminha tomó posesión de las tierras de los pueblos indígenas -hoy Brasil- para la corona portuguesa. Desde entonces, los pueblos indígenas luchan contra las consecuencias de este robo: violencia y muerte. Desde 2004, cada mes de abril, en la capital federal celebran el "Campamento Tierra Libre" donde exigen el reconocimiento de sus territorios.
El 1 de mayo de 1500, el escribano Pero Vaz de Caminha envió al rey de Portugal una larga carta en la que informaba del "hallazgo de esta vuestra nueva tierra". En la carta, Caminha describía y atribuía a la corona portuguesa las tierras donde él y otros 1.500 hombres, entre ellos el comandante de la flota, Pedro Álvares Cabral, habían atracado en 13 navíos ocho días antes, el 22 de abril.
La "nueva tierra" se llamaba en realidad Pindorama, y ya estaba habitada desde tiempos inmemoriales por casi tres millones de personas de orígenes diversos. Así que, más que descubrimiento, hubo invasión. La de Pindorama por la corona portuguesa, que renombraría más tarde el territorio como Brasil.
La carta escrita por Caminha informando sobre el "hallazgo" es el primer documento que falsifica la propiedad de las tierras ancestrales de los pueblos originarios en Pindorama. A partir de este documento, todos los demás títulos de propiedad falsos se fueron produciendo y legalizando por la lógica de la burocracia de papel, blanca y europea, y legitimando por la narrativa de la conquista, impuesta a los indígenas y luego a los africanos esclavizados por la brutalidad de los invasores a lo largo de los siglos.
Desde el siglo XVI hasta hoy, los pueblos originarios que resistieron al genocidio y al saqueo sistemático de portugueses, españoles, franceses y holandeses han luchado por el derecho a permanecer en sus tierras ancestrales o a regresar a ellas en los casos en que fueron expulsados y obligados a refugiarse en territorios que no eran los suyos, entre otros las periferias de los grandes centros urbanos.
El artículo 231 de la Constitución brasileña de 1988 reconoce a los pueblos indígenas "derechos originarios sobre las tierras que tradicionalmente ocupan", es decir, sus derechos son anteriores a la creación del Estado y a la propia noción de "derecho". Sin embargo, según la lógica de la burocracia blanca, no basta con que los pueblos indígenas sean los propietarios originales de sus tierras ancestrales para estar seguros en ellas. El mismo artículo 231 establece que es responsabilidad del Estado demarcar estas tierras, protegerlas y garantizar que se respete toda su propiedad. Pero eso no ocurre.
Menos del 1% de la población
El proceso de demarcación de las tierras indígenas en Brasil es burocrático y lento, y pueden transcurrir décadas sin que se den pasos hacia su finalización. Según datos del gobierno federal, Brasil tiene actualmente 736 Tierras Indígenas registradas. De este total, 477 han sido regularizadas; otras 259 se encuentran aún en diferentes fases del largo proceso de regularización. Por no hablar de los procesos de demarcación que aún no se han abierto y que, por tanto, no se incluyen en estas cifras.
Las consecuencias del robo y saqueo de las tierras indígenas desde el siglo XVI se pueden ver en el número de miembros de estos pueblos que han conseguido resistir a la matanza. Según datos del Censo de 2022, Brasil cuenta hoy con 1,7 millones de indígenas autodeclarados, organizados en 305 pueblos. Esta cifra representa apenas el 0,83% de la población brasileña, que asciende a más de 215 millones de personas.
Lentitud intencionada
El lento e ineficiente proceso de demarcación de las tierras indígenas no es casual. Responde a los intereses de los descendientes de los primeros invasores -hoy políticos, jueces y miembros de la élite empresarial- que quieren seguir teniendo dominio y posesión sobre las tierras que sus antepasados invadieron, robaron y les dejaron en herencia mediante documentos falsos.
Entre 2019 y 2021, durante el gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro, la Fundación Nacional del Indio (FUNAI), órgano federal responsable de las demarcaciones, estuvo dirigida por el delegado de la Policía Federal Marcelo Xavier, que no identificó, declaró ni homologó ninguna tierra indígena, y retrasó deliberadamente procesos de demarcación que ya estaban en marcha.
Mientras sus tierras no han sido demarcadas, los pueblos indígenas del territorio brasileño siguen siendo violados, expulsados y exterminados de diferentes formas, incluso por milicias rurales financiadas por políticos, que utilizan la misma brutalidad practicada por los primeros invasores, sus antepasados.
Campamento de Tierra Libre
A pesar de todas las fuerzas opuestas -que nunca han dejado de existir-, la lucha por la tierra ancestral de los pueblos originarios está cobrando cada vez más impulso en estos días, tanto en el medio rural como en las ciudades.
Su expresión pública más incisiva tiene lugar durante el Abril Indígena, un mes de protestas, celebraciones y memorias, con los indígenas como protagonistas en las calles, las plazas y la prensa brasileña.
El Campamento Tierra Libre (ATL), movilización nacional de miles de indígenas, es uno de los acontecimientos más importantes del mes. El ATL, que celebró su 20º aniversario en 2024, tuvo lugar durante una semana en Brasilia, capital del país y sede del gobierno federal y del poder legislativo.
En caravanas, desde distintas partes de Brasil, representantes de cientos de pueblos indígenas llegaron y tomaron las calles y los espacios públicos de las autoridades federales para exigir sus derechos, socializar sus luchas y estrategias, celebrar los logros y sus culturas diversas, y decirle al gobierno que los derechos de los pueblos indígenas no son negociables.
Año tras año, la principal reivindicación de los indígenas que se reúnen en el ATL gira en torno a la tierra y el territorio, donde se asientan su presente, su pasado y su futuro. "Nuestro hito es ancestral. Siempre hemos estado aquí", reza el lema de esta vigésima edición del campamento.
Desde esta misma perspectiva histórica, también es posible afirmar que entre las invasiones del 1500 y la actualidad no hay ruptura, sino continuidad. Y si en origen toda la tierra es indígena, entonces toda la propiedad es fruto de las invasiones coloniales.